Por alguna razón, los seres humanos vivimos en una guerra abierta y constante con nosotros mismos. Nos negamos muy a menudo a aceptar lo que somos o tenemos y peleamos constantemente con ello. Por una razón u otra, la aceptación no entra en nuestros planes.
Nunca en suficiente o siempre se podría hacer mejor entran en la categoría de mensajes que me cabrean muchísimo. Es como decirnos a nosotros mismos que tenemos que ser perfectos o predecir el futuro para actuar de la manera más perfecta posible.
Lo malo es que aún no nos ha llegado la bola de cristal desde Amazon, así que nos toca asumir que actuamos acorde a la información que tenemos y a nuestros recursos disponibles. Pero nos resistimos a capa y espada. Esto afecta muy negativamente a nuestra autoestima.
¿Qué es la autoaceptación?
Hablamos de autoaceptación cuando decidimos aceptar lo que somos o tenemos sin entrar en guerra con ello. En el caso que nos incumbe, hablamos de emociones, pensamientos o sentimientos. Es un proceso de autoconocimiento en el que prestamos atención sin juzgar a lo que está ahí, lo que sentimos o pensamos, no desde la crítica, sino desde la intención de entender y comprender.
Te voy a poner un ejemplo: pongámonos en la situación de que no te gusta tu nariz. Pero, a su vez, sabes que no tiene nada de malo y que son las convenciones sociales las que te dicen que no es bonita. Así que te armas de razones y dices “¡me importa un comino lo que piensen! Mi nariz está bien”. Pero, aunque lo digas con palabras que llenan la boca, no te convence internamente. La cantinela sigue ahí. Y empiezas a crear una incoherencia, porque te importa que tu nariz sea así aún sabiendo que no debería.
Aquí, practicar la autoaceptación sería sentarnos a hablar con nosotros y reconocernos “Vaya, pues el caso es que sí me importa lo que piensen”. Y, a partir de ahí, encontrar por qué es así. Quizás fue porque toda tu adolescencia se rieron de ti por ella y aún lo tienes marcado porque te dolió de verdad. O porque no te parece estética. O por cualquier otra razón. Pero sólo a partir de aquí, puedes empezar a ocuparte de ello.
¿Por qué es tan difícil aceptarnos como somos?
Esta respuesta es tan sencilla como puñetera: porque llevamos haciéndolo toda la vida. No hay suficientes números para contar todas veces que hemos oído/leído (y a veces dicho) “no estés mal”, “no estés triste”, “relájate”, etc.
Tenemos mucha práctica en actuar como si no sintiéramos lo que sentimos. Negar nuestra experiencia interna es casi deporte mundial. ¡Y hay gente que es medalla de oro! Tampoco puedo contar las veces que he oído en consulta “no debería sentirme así” (haz feliz a una psicóloga y prométeme que esas palabras las vas a borrar de tu repertorio).
Y, como todo lo que negamos, no lo podemos cambiar. ¿Cómo voy a cambiar lo que oficialmente no está ahí?
¿Cómo puedo empezar mi proceso de autoaceptación?
Cuando hablamos de acciones:
Presta atención a tu diálogo interno. ¿Es amable y cariñoso? ¿es un plasta criticón? Sólo sé consciente de su estilo. Prueba a hacer algo que no te apetece hacer pero que debes. En ese momento ¿aparece una voz cariñosa que te anima a hacerlo? ¿o aparece una voz autoritaria que te dice lo que tienes que hacer?
- Una vez detectes este estilo, para un momento a pensar, ¿tú le hablarías así a un buen amigo? (Sobre esto, hablaré extensamente en otro artículo)
- Una vez detectado, pregúntate por qué no te apetece hacer eso que debes. Ahora que sabes que el diálogo interno está de tu parte, plantéate entenderte como si quien te lo contara fuera tu mejor amigo y quisieras entenderle.
Hablando de sentimientos y emociones:
- Cuando sientas que empiezas con la cantinela de “no debería pensar/sentir/gustarme esto” para un segundo y plantéate por qué no debería ser así. En qué grabado en piedra dice que eso no debería ser así. Porque, querido mío, lo es. Y estoy segura que tienes tus razones para ello.
- Para un momento y pregúntate “¿qué pasaría si aceptara que pienso/siento/me gusta esto?”. Si tu respuesta es algo malo, continúa: “¿qué pasaría si aceptara que es no es algo malo?”. Poco a poco, continúa hasta donde sientas que puedes llegar. Si es muy incómodo para ti, déjalo y continúa en otro momento (las torturas pa’ la Edad Media, aquí no).
Vamos poquito a poquito, cada día practica un ratito. Los cambios llegarán antes de lo que crees.
Te dejo la versión en video de este post de Instagram y Facebook.
Con cariño.